Si hay una planta que despierta pasiones entre los amantes de la jardinería es el rosal. Una de las floraciones más hermosas que existen, y que despiertan una duda generalizada: cómo cuidar las rosas para que duren más y poder alargar su presencia. Una manera de contar con la flor que recibe el sobrenombre de la dama del jardín en plenitud.
Tendemos a creer que necesitamos saber cómo cuidar las rosas para que estén más tiempo con nosotros. Y ahí nos encontramos con el primer error. La rosa no deja de ser la floración de una planta que, para poder llenarse de ellas, necesita de ciertos mimos y cuidados. Un rosal que no se encuentra en plena forma podrá florecer, sí. Pero ni lo hará con la cantidad que podría ni las rosas durarán todo lo que deseamos.
Por este motivo y más allá de saber cómo cuidar las rosas, es importante conocer qué cuidados demanda nuestro rosal para poder florecer en plenitud. Para hacerlo con vigor y, lo que es más importante, con salud.
La mejor manera de sembrar para recoger su fruto de esa maravillosa flor es en los meses de sol.
5 LABORES IMPRESCINDIBLES PARA CUIDAR DEL ROSAL
Antes de entrar en detalle sobre cómo cuidar las rosas, sepamos un poco más de las necesidades del rosal. Unas que marcan de manera directa no solo su salud sino, también, su capacidad de florecer con mayor o menor intensidad.
En líneas generales, los rosales son plantas rústicas y resistentes. Capaces de sobrevivir, incluso, a las duras heladas invernales para rebrotar en primavera. Unas plantas que, con pocos cuidados, nos acompañarán durante muchos años. Un buen motivo para prestarle la poca atención que precisan en los momentos clave del año.
1. La plantación, factor clave
Si hay algo que determina directamente no solo el bienestar de un rosal sino, también, cómo cuidar las rosas es su plantación. Plantar un rosal correctamente es tener la mitad del trabajo hecho en lo que respecta a los cuidados propios de la planta. Elegir una ubicación con al menos seis horas diarias de sol, hacerlo a la profundidad de plantado necesaria, dejar espacio entre rosal y rosal para que puedan oxigenarse, o hacerlo en un emplazamiento a cubierto del viento nos facilitarán enormemente su correcto cultivo.
Unas condiciones que no son solo necesarias para aquellos rosales plantados directamente en suelo sino que, además, se hacen extensibles a los rosales en macetas.
2. Darle el suelo que necesita
Los rosales demandan una tierra neutra o, en su defecto, ligeramente ácida. Además, tiene que ser rica en materia orgánica. Por esta razón, lo ideal es utilizar un sustrato específico para rosales ya que contará con la formulación de nutrientes necesaria para este tipo de plantas.
Además de esto, no es conveniente plantar un rosal en el lugar en el que ha habido otros plantados previamente. El rosal es una planta con una alta demanda nutricional, por lo que es probable que la tierra esté completamente agotada. De tener que hacerlo en el mismo sitio, lo ideal es que realicemos un pozo de buenas dimensiones que enriqueceremos con el mismo sustrato que acabamos de comentar.
3. Un buen drenaje, fundamental
Tanto si tenemos plantado un rosal en maceta como si está directamente en el suelo, tenemos que prestar mucha atención al drenaje. Aunque el rosal demanda una pauta de riego regular y un suelo húmedo, no tolera el exceso de agua en las raíces.
Uno de los aspectos más delicados de esta planta. A pesar de ser sumamente resistente, es un auténtico imán para algunas plagas. Unas que pueden comprometer seriamente no solo su floración sino, también, su salud. Algunas de las plagas más habituales del jardín en verano son las que podemos encontrar en nuestra planta. Pulgones y sus amigas las hormigas, araña roja o el hongo oídio son algunos de los enemigos que tendremos que combatir desde el principio.
Uno de los cuidados del rosal en invierno más importantes. Cuando la planta todavía está aletargada, es momento de realizar la poda más importante del año. Con ella conseguiremos que, con la llegada del buen tiempo, el rosal rebrote en plena forma. Lo ideal es hacerlo en febrero, cuando el invierno comienza a retirarse.
Sin embargo, si este mes todavía se presenta con muchas heladas es recomendable que lo dejemos para marzo. Pero no más tarde, ya que puede retardar considerablemente la floración de la planta.